Dr Jorge Ferré – Dra. Mar Ferré | Neurólogos.

    La hiperactividad no es una esencia ni tampoco una sola entidad patológica que podamos resolver con un tratamiento universal. No es una enfermedad sino un conjunto de síntomas y signos que pueden ser debidos a muchas causas diversas.

    El niño hiperactivo se ha convertido en un problema para sus padres y un obstáculo para sus maestros porque, generalmente, distorsiona la marcha de la familia y del grupo de clase en un momento de la historia en el que la dinámica de la familia y la escuela, en si mismas, ya son muy complejas. Por eso, amplios sectores no dejan de buscar y promover soluciones rápidas para este problema.

    Pero hay que considerar que el niño hiperactivo es el que más sufre. Generalmente, con su inquietud, hiperactividad, conductas de oposición o sus retos descarga el miedo y la angustia o nos pide ayuda a gritos porque, en su interior, hay algo que no le permite gozar de la paz, estabilidad y seguridad que necesitaría.

    Así pues, el tratamiento de la hiperactividad debe partir de un diagnóstico y un análisis minucioso, exhaustivo y profundo de las causas y los factores que lo producen.

    • Un bebé que no gateó porque era muy tranquilo y se convirtió en un torbellino irrefrenable a partir del momento en que inició la deambulación.
    • El niño que no ha integrado la información laberíntica, que tropieza con sus propios pies, no confía en su cuerpo, le da miedo moverse porque se siente torpe y no quiere ir al colegio.
    • El que está muy nervioso porque no duerme bien desde que cambió de domicilio y está sometido a la influencia de campos electromagnéticos que alteran su equilibrio neurobiológico.
    • El que se muestra muy inquieto y movido desde que empezó a leer y a escribir y no consigue aprender.
    • El que tiene celos y se siente desubicado y ansioso desde que nació su hermanito.
    • El niño que adoptaron a los dos años con un pasado politraumático y una historia de supervivencia.
    • El que padece parasitosis intestinales subclínicas (lombrices) y no asimila bien la vitamina B.
    • El que ve y oye perfectamente, pero no sabe mirar ni escuchar porque algún problema funcional se lo impide, etc.

    Todos estos niños pueden presentar una sintomatología más o menos común, pero cada uno de ellos padece un problema absolutamente distinto y, además, tiene su propia identidad, su forma de ser, sentir y experimentar.

    El verdadero objetivo del tratamiento de un niño que presenta un cuadro de hiperactividad no debe ser hacerlo más o menos “soportable” los días lectivos, sino ayudarle a recuperar el equilibrio perdido y a restablecer su proyecto vital y, para ello, debemos averiguar las causas de su problema y aplicar el tratamiento más adecuado en cada caso.

    Eso es lo que hacemos diariamente en la consulta, diagnosticar la causa, elaborar el programa de tratamiento funcional más adecuado y complementar el proceso con terapia biológica que, a diferencia de los preparados de acción anfetamínica que se proponen en el ámbito de la alopatía, no tienen efectos secundarios, no producen adicción y nos permiten prescribir un tratamiento personalizado que tenga en cuenta el origen del problema, la sensibilidad y el modo reaccional de un niño y la sintomatología que presenta.