La terapia visual ha supuesto para mí ser consciente del funcionamiento de mis ojos. Normalmente damos por hecho que funcionan sin más, y que no podemos hacer nada para influir en ellos. En cambio he aprendido que gracias a la terapia puedo actuar sobre el comportamiento de mis ojos y de alguna forma sacarles más rendimiento. Lo único de lo que me arrepiento es de no haberlo hecho cuando tenía 10 años.

    Cuando empecé a ir pensaba que mis ojos se cansaban porque les daba mal uso y que no había más solución que descansar o dormir o mirar de lejos de vez en cuando. Gracias a todo lo que aprendí comencé a hacer ejercicios, a intentar reducir el cansancio, a estar más atento a las señales que me mandaba mi cuerpo. Es como darle vida a algo que está ahí, pero no sabes qué hacer con ello. Supone comprender el funcionamiento del sistema y poder prevenir factores como la fatiga visual. Yo, que soy opositor, y por eso acudí a la terapia, paso mucho tiempo mirando de cerca y mis ojos se resienten. Lo cual es normal. Ahora tengo claros los tiempos de estudio y de mirar de cerca y de descanso, así como los ejercicios que me ayudan a relajarlos al final del día. Probablemente no deje de hacer algunos de esos ejercicios…jamás. Y mi recomendación personal…es que los niños con cualquier difcultad en la vista acudan desde pequeños, es el mejor momento para poder mejorar.